lunes, 30 de abril de 2012



ANTONIA BLANCO MONTES 

(Entrevista realizada en 1996, en la residencia de doña Antonia Blanco Montes. 
Santo Domingo, República Dominicana).



Antonia Blanco Montes laborando en la Escuela de Arte Escénico
 (hoy Escuela Nacional de Arte Dramático).


                                                                 Reynaldo Disla

Durante la entrevista su sonrisa también era una respuesta inefable.

—Yo estoy bien de todo, menos de mi memoria; los asuntos pasados los recuerdo mejor que los recientes...  Vivíamos en Madrid, dejamos nuestra familia allí; habíamos comprado un apartamento y lo dejamos; Emilio no quería vivir bajo la férula de Franco. 

— En España Emilio tenía una escuela de teatro, como afición; trabajaba en una compañía de seguros: Unión y Fénix Español. Emigramos porque en España Emilio no quiso vivir bajo la dictadura de Franco. Muchos emigraron por esa razón.  Estuvimos en Francia un año y pico arreglando el viaje para venir aquí... Nos gustaba, teníamos unos amigos que vivían aquí y estaban muy encantados, nos apetecía venir a este país. Llegamos en 1942.

—Sí, Emilio participó en la guerra civil. Fue una lucha en Madrid para impedir la entrada de Franco. No estaba asimilado, era uno más, era de la reserva; no lo recuerdo con armas en las manos, pero sí, creo, con alguna sencilla...

—Emilio murió a los 42 años. Ese fue el desastre de mi vida. Él empezó a hacerse un hombre aquí; trabajó siete años, murió en el 49, y como tú dices: dejó huellas... En Madrid tenía la Escuela de Arte Escénico Jacinto Benavente, me parece que era el nombre.  La de aquí se llamó así: “Escuela de Arte Escénico” y arrancó bien en un edificio en la calle el Conde, el Edificio Diez, noveno piso. Sólo él daba clases: Dicción, vocalización, proyección de la voz... No es fatuidad, pero nosotros introdujimos el teatro aquí.

—Al principio Emilio estaba totalmente dedicado a su escuela. Con él no participé como actriz. Empecé a pertenecer a Bellas Artes después de la muerte de mi esposo. Carmen sí, era secretaria de él en Bellas Artes y actriz.

—Carmen Rull, vino con nosotros cuando emigramos. No era actriz en España, la descubrió mi esposo aquí, ¡pero una actriz!, lo mismo hacía un drama que una comedia. No éramos una compañía de teatro cuando llegamos. Emilio, en España, dirigió teatro de afición.

—La escuela del Edificio Diez la recuerdo primero como una escuela privada y luego oficializada. La escuela y el teatro estaban fusionados, se llamaban: “Teatro Escuela de Arte Nacional.”  Lucía Castillo o Franklin Domínguez pueden recordar las fechas más exactamente.

Hola, Franklin. ¡Qué tal, Reynaldo! Una pregunta. ¡Cómo no!, dice Franklin: “La Escuela de Arte Escénico fue creada mediante decreto del 19 de mayo de 1946 junto al Cuadro de Comedias de Bellas Artes, que era dependencia del Conservatorio Nacional de Música; si quieres en casa tengo el número del decreto para traértelo. Sí, Franklin, creo útil insertar ese insigne número: 3545. Dime, Franklin, ¿de qué murió Emilio Aparicio?  Murió de cáncer en la próstata. ¿Estás seguro?  Lo puedo asegurar, Reynaldo, porque aquella vez fue cuando me enteré de que la próstata existía. Franklin, hazme un retrato de Emilio Aparicio: Cómo no: “Emilio Aparicio: brillante actor, sobretodo radial, con una voz extraordinariamente poderosa, vigorosa, llena de modulaciones e inflexiones fuera de serie. Buen maestro. Sabía enseñar y sacar de sus alumnos. Exigente. Un bello ser humano, agradable conversador, buen amigo, atractivo en su conversación.”  Y agrega: “Emilio Aparicio fue el primero en hacer radioteatros...”

Emilio Aparicio Martínez.

—Doña Antonia, hay una anécdota que usted no desea que la diga, pero que la retrata como una dama excepcional, el incidente con Petán Trujillo.

—No lo menciones. La única cosa desagradable que he tenido en este país ha sido eso. Ellos se creían los amos... Estoy feliz de tener dos hijas dominicanas y cinco nietos dominicanos. La gente me acogió muy bien, quedé viuda y con dos niñas pequeñitas, me fui rehaciendo. La casa Sterling nos apoyó los programas de radio y televisión.  Entrando a la emisora y recién muerto mi esposo, todavía el dolor de la muerte del él... yo iba vestidita de negro... y lo único que se le ocurrió decir fue: “¡Qué buena está la viuda!”...

—Su contestación, doña Antonia, fue una mirada desafiante.

—Sí, lo miré así.  Lloré ese día, porque yo sentí que no me iban a respetar... Todos en mi trabajo me consolaron, ¡me dieron besos!

— ¿Y su programa de radio?

— “De mujer a mujer” por HIZ de 4 a 5 de la tarde, duró siete u ocho años. Daba consejos para las jóvenes, jovencitas, casaderas, amas de casa. Eran temas precisos. Las muchachas me pedían consejos, yo vivía contestando cartas.

—¿Y su papel como Manuela Diez en el teatro?

—Me encantó representar a Manuela Diez y lo hice con mucho gusto.

—¿Se siente dominicana?

—¡¿Cómo que si me siento?! ¡Yo soy dominicana!
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