miércoles, 1 de abril de 2015

OPINIONES SOBRE "BOLO FRANCISCO"












DESMONTAJE DE UN ESCRITO DE ALFONSO QUIÑONES


UNA CRÍTICA 
MALASANGRE
Reynaldo Disla

“La actividad teatral se sitúa, sin duda, por una parte a nivel de la representación del espectáculo y, por otra, comienza antes, continúa durante y se prolonga después, cuando se leen artículos, se habla del espectáculo, se ve a los actores, etc. Es un circuito de intercambios que atañe al conjunto de nuestra vida”.
                                                       Pierre Voltz.

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Johnnié Mercedes
interpreta a Bolo. Foto: Mariano Hernández.
                                 
Supongamos que sean ciertas y acertadas todas las afirmaciones críticas de Alfonso Quiñones sobre el montaje de Bolo Francisco*.  Aún así sería, es y será, una crítica rabiosa, redactada con malasangre. Lo mostraré aquí, al desmontar el andamio de errores, falacias y criterios despistados, levantado sobre zapata muy endeble.  Quizá observó la obra prejuiciado, no como espectador ingenuo, condición ideal de recepción sugerida por Patrice Pavis: Quiñones estaba sentado en la última fila de la platea y en la butaca junto al pasillo, listo para escapar.  Su crítica es una rabieta, la del obligado a cubrir un evento que no quiere presenciar. Armó una notable retahíla de sentencias apresuradas: así cumplió su trabajo, que fue descalificar el trabajo (artístico) ajeno, con crueldad y autosuficiencia.

Repasemos, amigos, su rabieta párrafo a párrafo, con el propósito de botar el golpe inicuo que asestó al espectáculo y asimilar el contraste agridulce que nos hizo vivir: Un público que aplaudía de pie, que corría a los camerinos a felicitar y a solicitar autógrafos; las congratulaciones y comentarios entusiastas en las redes sociales; y del otro lado la opinión del crítico que contradecían y negaban las flamas del  éxito que nos realimentaban y regocijaban junto al director, los actores y los técnicos.

Crítica de Alfonso Quiñones: “BOLO FRANCISCO, UNA VOCACIÓN 
MODERNIZADORA EN UNA OBRA HISTÓRICA”.  Diario Libre, 
lunes 16 de marzo de 2015. Revista / Criticarte / Pág. 42. 

PRIMER PÁRRAFO DE QUIÑONES:
SANTO DOMINGO. “Bolo Francisco”, la laureada obra de Reynaldo Disla, al fin se ha mostrado en la escena capitaleña. No fue estreno “mundial”, toda vez que fue montada antes en Santiago por Las 37 en las tablas.

MI COMENTARIO:
Quiñones resaltó tres veces que no fue estreno mundial: primero en un pie de foto, luego en una primera plana y finalmente en la rabieta. Pregunté a María Ligia Grullón, fundadora de La 37 por Las Tablas (no “Las 37 en las tablas”, como escribe Quiñones el nombre del prestigioso espacio y grupo teatral), sobre el estreno de Bolo Francisco en Santiago. “Ningún grupo artístico profesional ni La 37 por Las Tablas Inc. ha montado Bolo Francisco. No me pareció correcto que dijera que nosotros estrenamos la obra... sin investigar debidamente”. Fue la respuesta de la destacada teatrista, que me envió, además, informaciones sobre las presentaciones de Bolo Francisco, realizadas por estudiantes del colegio Madre Teresa de Calcuta, en una adaptación libre y en el marco del Festival de Teatro Escolar Santiago 2011, que ella organiza. No fueron actividades escénicas en régimen profesional. Ni en régimen comercial. Ni en régimen de teatro aficionado. Sino en régimen de teatro escolar. Así, propiamente, el montaje de la Compañía Nacional de Teatro, que dirigió Claudio Rivera, fue el estreno oficial (autorizado y profesional) en el planeta Tierra. Contrario a lo que afirmara Quiñones, tres veces en Diario Libre y en tres tiradas distintas, basándose en el comentario de una joven en Facebook, sin inquirirle nada a la fuente idónea: María Ligia Grullón.   

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Foto: Mariano Hernández.

SEGUNDO PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Sin dudas hay una vocación actualizadora en el estilo que se quiere establecer, y en determinadas referencias a la actualidad, aunque el contexto real, natural de la obra, es en la época de Balaguer. Esto de por sí entraña un riesgo de boomerang.

MI COMENTARIO:
Sólo se permite indicar la vocación actualizadora, la malasangre le impide notar que se logró. Yo, el autor, les afirmo que el contexto real NO es la época de Balaguer. Los hechos ocurren en 1980, como se especifica en la primera edición de la obra por Casa de las Américas y en las demás ediciones. Es decir, la acción transcurre durante el gobierno de Antonio Guzmán Fernández. Aquí esperamos el boomerang, a ver a quién se le pega, cuando Chero (interpretado por Miguel Bucarelly) dice: “No, Vieja, es un cerco, disparan para asustar; en tiempos de Balaguer, no le digo yo que mataran unos cuantos; pero estamos en el gobierno del cambio; si muere alguien será de hambre”

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Amauris Pérez 
y Ernesto Báez interpretan a Núñez y a Mazámbula,
Foto: Manuel Cubilete..

TERCER PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Claudio Rivera, su director, trata de fusionar una visión de la realidad heredera de Beckett e Ionesco, con lo caribeño, y el legado particular de la identidad dominicana y de su historia, pasando por Grotowski. Y dicho así sería genial. Pero, ¿adonde quiere llevarnos la puesta en escena de “Bolo Francisco”? No logré desentrañarlo.

MI COMENTARIO:
Poco se desentraña como espectador mártir.  Claudio Rivera tiene más de 24 años dirigiendo teatro, ¿conoce Quiñones propuestas como Flor de mayo, Bochinche, Platero y yo…? Si hubiera seguido el desarrollo de este maestro de la puesta en escena no lanzara tal pregunta: ¿Adónde quiere llevarnos su montaje? Porque lleva al gozo, al disfrute estético, físico, mental, así de simple. No es algo, sin embargo, tan sencillo que se resuelva mencionando a tres iconos teatrales europeos, y soslayando la estética de los guloyas de San Pedro de Macorís y sus elementos dramáticos, musicales y danzarios incorporados a códigos teatrales procesados por Claudio Rivera, Viena González y el Teatro Guloya, durante años de búsquedas metódicas. Ni algo que se explique eludiendo la impronta carnavalesca, la transgresión de lo real a través de efectos lúdicos, el extrañamiento obtenido al presentar lo insólito como cotidiano, la exploración corporal de los subtextos, y la visión esperpéntica del paisaje vital teatralizado. Ni es un universo que pueda descubrirse obviando la herencia pictórica proveniente de El Bosco, que cruza por los caprichos de Goya, y confluye con tendencias académicas y populares, que mezclan rasgos de hombres y animales en figuraciones irónicas, contrastantes o burlescas.  

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Actúan:
Maggi Liranzo,Miguel Bucarelly, Johnnié Mercedes y Wilson Ureña. 

 Foto: Mariano Hernández.

CUARTO PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Al principio va por un rumbo, y luego lo abandona. El propio Johnnié Mercedes no sostiene, sabe Dios por qué. El mismo tono con que arranca la obra. Habla en un tono que poco más adelante abandona. Su Bolo Francisco, no obstante, resulta interesante, y aporta una nueva caracterización en su ya larga lista de camuflajes.

MI COMENTARIO:
En la rabieta, a veces, acaricia al espectáculo, como que la crueldad no vale sin paternalismo; pero luego le suelta una bofetada, evitando ser arrastrado como receptor integrado a la ilusión y la fantasía, y permanecerá presente sólo como pescador de defectos y detalles que le molestan. No es un espectador ingenuo que va a disfrutar, y otro día, en una segunda lectura, a tomar notas. No, él no tendrá tiempo para esa metodología.  Sólo podrá realizar su labor rápidamente aceptando lo obvio como fórmula infalible, exigiéndose un rigor mínimo, porque no hay espacio ni tiempo para más, e ignorando el proceso de producción del montaje y la evolución del espectáculo. No investigará sobre unos teatristas que se pasaron siete meses ensayando, ni sobre cuáles parámetros usaron para su propuesta escénica (consignados en el programa de mano, en la página 9). Y despachará una encarnación memorable, ovacionada, como un camuflaje más.  

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Foto: Mariano Hernández.

QUINTO Y SEXTO PÁRRAFOS DE QUIÑONES:
El uso de las máscaras es un elemento que en un principio resulta interesante, porque los malos (los militares) son caracterizados con estas, pero también lo son parte de los buenos (como el caso del propio Bolo Francisco), y de este modo deja de tener un significado.
Si este elemento se hubiese usado sólo en los malos, acentuaba la caracterización de los mismos. Pero al usarlo otros personajes, lo pierde.

MI COMENTARIO:
Cierro mis ojos e imagino a Bolo Francisco dirigida con esta concepción: dividiendo a los personajes en buenos y malos, y esquivando los claroscuros de cada carácter, sobretodo de los que Alfonso llama buenos.  Abro los ojos espantado. El jurado que premió la obra seguro que la hubiera echado a la basura al percibir maniqueísmo (o un juego conflictivo entre buenos y malos).  El reclamo de usar máscaras y rostros, es inútil, de tacaña imaginación dramática. De hecho, los estilos de las máscaras las separan a kilómetros de distancia unas de otras. Las máscaras de los personajes Figurín y Mazámbula, no tienen parentesco con la de Bolo Francisco, ni ésta con las de la tropa militar.  Para muestra basta el botón de la siguiente foto.

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. 
Johnnié Mercedes (Bolo), Miguel Bucarelly (Chero), 
Amauris Pérez (El Figurín)Foto: Mariano Hernández.

SÉPTIMO Y OCTAVO PÁRRAFOS DE QUIÑONES:
Sucede lo mismo con el show dentro del show, y las dos canciones que canta el travesti. ¿Por qué dos? ¿Por que había que alargar el tiempo? ¡Pero si la obra es largísima por Dios!
Sucede lo mismo con el vestuario de las campesinas, que uno no sabe si son un grupo de campesinas rumanas que se encuentran de visita en el pais, mientras se narran los hechos, o son dominicanas.

MI COMENTARIO:
Ahora, impaciente, se burla de la propuesta escénica, y dispara su molestia con un delatador “¡por Dios!”.  Aquí se evidencia no el crítico profundo y que escudriña, ni el que desea acercar a sus lectores a las ofertas dramáticas que hay en la ciudad y a sus valores estéticos o a su ausencia de méritos, y edificarlos; ni se manifiesta el crítico que orienta al espectador, con su parecer experto, para que descubra las claves de un montaje. No, nada de eso, es el crítico que exhibe su inconformidad, su malestar, y lanza huevos podridos (las cuartillas que redacta), para que la sala se quede vacía en las próximas funciones (gracias a los dioses no fue así), y no vuelva a llenarse como él la vio. ¡Porque, por Dios, él no merece el castigo de escribir sobre campesinas rumanas y travestis! Así, desatará su furia, usará la influencia que tiene sobre los lectores de Diario Libre y vengará la injusta incomodidad que le hemos propinado. Miles de lectores serán engatusados, observarán sólo el show del criticón, y temerán asistir a “tal desastre”, falazmente advertidos.

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de 
Teatro de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. 
Yorlla Lina Castillo (La Rubia). Foto: Mariano Hernández.

NOVENO Y DÉCIMO PÁRRAFOS DE QUIÑONES:
La escenografía tiene elementos positivos y eficientes, como las cajas con ruedas, lo cual aporta rapidez en los cambios de escenas y las tarimas alegóricas. Pero el telón de fondo, pobremente concebido, no acompaña con igual altura estética los elementos que maneja en primeros planos.
El diseño de vestuario me parece (no obstante el de las campesinas), de lo más interesante de la obra, por una riqueza de textura caribeña que no abandona.

MI COMENTARIO:
A una crónica apresurada deben indultársele las contradicciones. Deficiente desentrañando, pero tan ofuscada que ve “cajas con ruedas”, donde había una sola plataforma rodante. Vuelve a acariciar, y luego suelta una sonora bofetada. Es el clásico crítico torturador, feroz pero magnánimo, que dado su arraigo y prestigio tiene licencia para acuchillar, aun a víctimas que merecen reconocimiento, respeto y estímulo de una noble, y analítica, pluma; como parece darse cuenta después que ha clavado el cuchillo.

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro 
de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. 
Cistela Gómez (La Sombra) y Johnnié Mercedes (Bolo)
Foto: Mariano Hernández.

UNDÉCIMO PÁRRAFO DE QUIÑONES:
El problema mayor está quizás en la descontextualización. En qué pretende decirse con esta versión de Bolo Francisco, ya que la original hablaba de un momento histórico muy definido que se pierde. ¿Para quién son una amenaza estos músicos? ¿Ayer? ¿Hoy?

MI COMENTARIO:
Por desgracia, el contexto social apenas se ha modificado en el tiempo. Abundan los militares que creen que el civil existe para respetarlos, y no que ellos, la milicia, están para servirle a la ciudadanía. ¿Para quién son una amenaza estos músicos ayer y hoy?  Efectivamente, Bolo no era una amenaza ni un peligro para nadie: gritó su protesta, borracho, contra un allanamiento; fue insultado y respondió con un muletazo del cual se vengó un teniente. Así tampoco era una amenaza, en estos días, el violista Abraham Israel Reyes Díaz en la calle El Conde, le arrebataron su violín y le ultrajaron; ni era amenaza el asesinado pintor Ney Henríquez.  En ambos casos están implicados oficiales uniformados. Ayer y hoy: «Lo último que puede desear un individuo “de clase civil” es alguna dificultad aunque sea mínima con un militar o un agente policial en la calle y menos en el cuartel. El pleonástico “cállese la boca” será la única posibilidad de interlocución y el monólogo de la contraparte no hará sino confirmarle al ciudadano su situación de inferioridad». (Juan José Ayuso. “Todo por Trujillo —Fuerzas Armadas y militares: un proceso político desde 1930—“. Pág. 155. Colección Rumbo 1, 1999). Quiñones establece un contexto histórico errado, así su juicio sobre la “descontextualización” de la puesta gana su propia invalidez, y cae, suicidándose, por el formidable despeñadero de lo improcedente.  

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. 
Miguel Bucarelly (Chero), Johnnié Mercedes (Bolo), 
Wilson Ureña (Chino)

DUODÉCIMO (Y ÚLTIMO) PÁRRAFO DE QUIÑONES:
No creo, y es mi humilde opinión, que mi admirado Claudio Rivera -con suficientes lauros como para no dudar de su talento-, haya logrado una propuesta coherente, en esta puesta donde faltan rumbo claro y horizonte, mas allá de los chistes que tienen que ver con el alza del dólar o de la gasolina.

MI COMENTARIO:
¿Humilde opinión un escrito pletórico de autosuficiencia?, que emana el poderío de quien se sabe el actual supremo juez de las artes dominicanas…  “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, aconsejaba Tío Ben a Peter Parker.  Quiñones ha ganado credibilidad y la confianza de sus lectores. Es un crítico por quien nos motivamos a asistir o desistir de ser espectadores de las propuestas culturales en la ciudad.  Uno de los escasísimos periodistas capacitados del área cultural y en diversas disciplinas artísticas. Si menospreciáramos su grande influencia, o nos calláramos por temor a que nos ignore o nos noqueé su teclado peso wélter, el silencio sería licencia de corso para que asaltara otras apetecibles naves teatrales, desorientando a los potenciales espectadores con afirmaciones apresuradas, como la del título de su crónica: “Bolo Francisco, una vocación modernizadora en una obra histórica”. Yo digo: Bolo Francisco no es una obra de género histórico, aunque acontezca en un período auténtico y determinado, en veinticuatro horas de una noche y un día de 1980 en campos dominicanos durante el gobierno “del cambio” de Antonio Guzmán Fernández. Lo repito, Bolo Francisco no es una obra de carácter histórico, es ficción cimentada en la realidad dominicana, ¡por Dios!  

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de 
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. La Tropa comandada
por el Teniente Them (Ernesto Báez)

Por lo expuesto aquí, amigos y amigas, es evidente que la interpretación y análisis de la puesta de Bolo Francisco, emborronada por Quiñones, fracasó en cada párrafo y en el encabezado.  En mi opinión, es un fallo en la percepción artística o en la comunicación concerniente al concepto de modelización: los códigos ideológicos de Quiñones no conectaron con el espectáculo. Alfonso, espectador martirizado, aguardó la reproducción mimética de una realidad “histórica”; al producirse otra visión, carnavalesca, guloya y lúdica, tuvo alucinaciones: captó caracteres buenos y malos, vio rumanas donde había dilatación del cuerpo del actor y vestuario como escenografía en movimiento, oteó cajas rodantes inexistentes, confundió la síntesis con la pobreza, y una caracterización relevante con un camuflaje más, entre otros curiosos espejismos.  Así no posibilitó el intercambio, ni podía comprender (y menos desentrañar) lo que percibía; lo que sí lograron fácilmente cientos de espectadores jóvenes, adultos y niños.

Reynaldo Disla
            Santo Domingo, 22 de marzo de 2015.


NOTA.
(*) ALFONSO QUIÑONES. “BOLO FRANCISCO, UNA VOCACIÓN MODERNIZADORA EN UNA OBRA HISTÓRICA”. Diario Libre, lunes 16 de marzo de 2015. Revista / Criticarte / Pág. 42. Santo Domingo, República Dominicana. 

Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro 
de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. 
Ernesto Báez (Mazámbula) y Amauris Pérez (Núñez).