UNA CRÍTICA
MALASANGRE
Reynaldo Disla
“La actividad teatral se sitúa, sin duda, por una
parte a nivel de la representación del espectáculo y, por otra, comienza antes,
continúa durante y se prolonga después, cuando se leen artículos, se habla del
espectáculo, se ve a los actores, etc. Es un circuito de intercambios que atañe
al conjunto de nuestra vida”.
Pierre Voltz.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Johnnié Mercedes
interpreta a Bolo. Foto: Mariano Hernández. |
Supongamos
que sean ciertas y acertadas todas las afirmaciones críticas de Alfonso
Quiñones sobre el montaje de Bolo
Francisco*. Aún así sería, es y
será, una crítica rabiosa, redactada con malasangre. Lo mostraré aquí, al
desmontar el andamio de errores, falacias y criterios despistados, levantado
sobre zapata muy endeble. Quizá observó
la obra prejuiciado, no como espectador ingenuo, condición ideal de recepción
sugerida por Patrice Pavis: Quiñones estaba sentado en la última fila de la
platea y en la butaca junto al pasillo, listo para escapar. Su crítica es una rabieta, la del obligado a cubrir un evento que no quiere
presenciar. Armó una notable retahíla de sentencias apresuradas: así cumplió su
trabajo, que fue descalificar el trabajo (artístico) ajeno, con crueldad y
autosuficiencia.
Repasemos,
amigos, su rabieta párrafo a párrafo, con el propósito de botar el golpe inicuo
que asestó al espectáculo y asimilar el contraste agridulce que nos hizo vivir:
Un público que aplaudía de pie, que corría a los camerinos a felicitar y a solicitar
autógrafos; las congratulaciones y comentarios entusiastas en las redes
sociales; y del otro lado la opinión del crítico que contradecían y negaban las
flamas del éxito que nos realimentaban y
regocijaban junto al director, los actores y los técnicos.
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Crítica de Alfonso Quiñones: “BOLO FRANCISCO,
UNA VOCACIÓN
MODERNIZADORA EN UNA OBRA HISTÓRICA”. Diario Libre,
lunes 16 de marzo de 2015. Revista / Criticarte / Pág. 42.
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PRIMER PÁRRAFO DE QUIÑONES:
SANTO DOMINGO. “Bolo
Francisco”, la laureada obra de Reynaldo Disla, al fin se ha mostrado en la
escena capitaleña. No fue estreno “mundial”, toda vez que fue montada antes en
Santiago por Las 37 en las tablas.
MI COMENTARIO:
Quiñones
resaltó tres veces que no fue estreno mundial: primero en un pie de foto, luego
en una primera plana y finalmente en la rabieta. Pregunté a María Ligia Grullón,
fundadora de La 37 por Las Tablas
(no “Las 37 en las tablas”, como
escribe Quiñones el nombre del prestigioso espacio y grupo teatral), sobre el
estreno de Bolo Francisco en
Santiago. “Ningún grupo artístico
profesional ni La 37 por Las Tablas Inc. ha montado Bolo Francisco. No me
pareció correcto que dijera que nosotros estrenamos la obra... sin investigar
debidamente”. Fue la respuesta de la destacada teatrista, que me envió,
además, informaciones sobre las presentaciones de Bolo Francisco, realizadas por estudiantes del colegio Madre Teresa
de Calcuta, en una adaptación libre y en el marco del Festival de Teatro
Escolar Santiago 2011, que ella organiza. No fueron actividades escénicas en
régimen profesional. Ni en régimen comercial. Ni en régimen de teatro
aficionado. Sino en régimen de teatro escolar. Así, propiamente, el montaje de
la Compañía Nacional de Teatro, que dirigió Claudio Rivera, fue el estreno oficial
(autorizado y profesional) en el planeta Tierra. Contrario a lo que afirmara
Quiñones, tres veces en Diario Libre y en tres tiradas distintas, basándose en
el comentario de una joven en Facebook, sin inquirirle nada a la fuente idónea:
María Ligia Grullón.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Foto: Mariano Hernández. |
SEGUNDO PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Sin dudas hay una
vocación actualizadora en el estilo que se quiere establecer, y en determinadas
referencias a la actualidad, aunque el contexto real, natural de la obra, es en
la época de Balaguer. Esto de por sí entraña un riesgo de boomerang.
MI COMENTARIO:
Sólo
se permite indicar la vocación actualizadora, la malasangre le impide notar
que se logró. Yo, el autor, les afirmo que el contexto real NO es la época de
Balaguer. Los hechos ocurren en 1980, como se especifica en la primera edición
de la obra por Casa de las Américas y en las demás ediciones. Es decir, la
acción transcurre durante el gobierno de Antonio Guzmán Fernández. Aquí
esperamos el boomerang, a ver a quién se le pega, cuando Chero (interpretado
por Miguel Bucarelly) dice: “No, Vieja,
es un cerco, disparan para asustar; en tiempos de Balaguer, no le digo yo que
mataran unos cuantos; pero estamos en el gobierno del cambio; si muere alguien
será de hambre”.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Amauris Pérez
y Ernesto Báez interpretan a Núñez y a Mazámbula, Foto: Manuel Cubilete.. |
TERCER PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Claudio Rivera, su
director, trata de fusionar una visión de la realidad heredera de Beckett e
Ionesco, con lo caribeño, y el legado particular de la identidad dominicana y
de su historia, pasando por Grotowski. Y dicho así sería genial. Pero, ¿adonde
quiere llevarnos la puesta en escena de “Bolo Francisco”? No logré
desentrañarlo.
MI COMENTARIO:
Poco
se desentraña como espectador mártir. Claudio
Rivera tiene más de 24 años dirigiendo teatro, ¿conoce Quiñones propuestas como
Flor de mayo, Bochinche, Platero y yo…?
Si hubiera seguido el desarrollo de este maestro de la puesta en escena no lanzara
tal pregunta: ¿Adónde quiere llevarnos su montaje? Porque lleva al gozo, al
disfrute estético, físico, mental, así de simple. No es algo, sin embargo, tan
sencillo que se resuelva mencionando a tres iconos teatrales europeos, y soslayando
la estética de los guloyas de San Pedro de Macorís y sus elementos dramáticos,
musicales y danzarios incorporados a códigos teatrales procesados por Claudio Rivera,
Viena González y el Teatro Guloya, durante años de búsquedas metódicas. Ni algo
que se explique eludiendo la impronta carnavalesca, la transgresión de lo real
a través de efectos lúdicos, el extrañamiento obtenido al presentar lo insólito
como cotidiano, la exploración corporal de los subtextos, y la visión esperpéntica
del paisaje vital teatralizado. Ni es un universo que pueda descubrirse
obviando la herencia pictórica proveniente de El Bosco, que cruza por los
caprichos de Goya, y confluye con tendencias académicas y populares, que
mezclan rasgos de hombres y animales en figuraciones irónicas, contrastantes o burlescas.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Actúan: Maggi Liranzo,Miguel Bucarelly, Johnnié Mercedes y Wilson Ureña.
Foto: Mariano Hernández. |
CUARTO
PÁRRAFO DE QUIÑONES:
Al principio va por un
rumbo, y luego lo abandona. El propio Johnnié Mercedes no sostiene, sabe Dios
por qué. El mismo tono con que arranca la obra. Habla en un tono que poco más
adelante abandona. Su Bolo Francisco, no obstante, resulta interesante, y
aporta una nueva caracterización en su ya larga lista de camuflajes.
MI COMENTARIO:
En
la rabieta, a veces, acaricia al espectáculo, como que la crueldad no vale sin
paternalismo; pero luego le suelta una bofetada, evitando ser arrastrado como
receptor integrado a la ilusión y la fantasía, y permanecerá presente sólo como
pescador de defectos y detalles que le molestan. No es un espectador ingenuo
que va a disfrutar, y otro día, en una segunda lectura, a tomar notas. No, él
no tendrá tiempo para esa metodología. Sólo
podrá realizar su labor rápidamente aceptando lo obvio como fórmula infalible,
exigiéndose un rigor mínimo, porque no hay espacio ni tiempo para más, e
ignorando el proceso de producción del montaje y la evolución del espectáculo.
No investigará sobre unos teatristas que se pasaron siete meses ensayando, ni sobre
cuáles parámetros usaron para su propuesta escénica (consignados en el programa
de mano, en la página 9). Y despachará una encarnación memorable, ovacionada, como
un camuflaje más.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. Foto: Mariano Hernández. |
QUINTO Y SEXTO PÁRRAFOS
DE QUIÑONES:
El uso de las máscaras
es un elemento que en un principio resulta interesante, porque los malos (los
militares) son caracterizados con estas, pero también lo son parte de los
buenos (como el caso del propio Bolo Francisco), y de este modo deja de tener
un significado.
Si este elemento se
hubiese usado sólo en los malos, acentuaba la caracterización de los mismos.
Pero al usarlo otros personajes, lo pierde.
MI COMENTARIO:
Cierro
mis ojos e imagino a Bolo Francisco
dirigida con esta concepción: dividiendo a los personajes en buenos y malos, y esquivando
los claroscuros de cada carácter, sobretodo de los que Alfonso llama buenos. Abro los ojos espantado. El jurado que premió
la obra seguro que la hubiera echado a la basura al percibir maniqueísmo (o un
juego conflictivo entre buenos y malos).
El reclamo de usar máscaras y rostros, es inútil, de tacaña imaginación
dramática. De hecho, los estilos de las máscaras las separan a kilómetros de
distancia unas de otras. Las máscaras de los personajes Figurín y Mazámbula, no
tienen parentesco con la de Bolo Francisco, ni ésta con las de la tropa
militar. Para muestra basta el botón de
la siguiente foto.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera.
Johnnié Mercedes (Bolo), Miguel Bucarelly (Chero),
Amauris Pérez (El Figurín). Foto: Mariano Hernández. |
SÉPTIMO Y OCTAVO PÁRRAFOS
DE QUIÑONES:
Sucede lo mismo con el
show dentro del show, y las dos canciones que canta el travesti. ¿Por qué dos?
¿Por que había que alargar el tiempo? ¡Pero si la obra es largísima por Dios!
Sucede lo mismo con el
vestuario de las campesinas, que uno no sabe si son un grupo de campesinas
rumanas que se encuentran de visita en el pais, mientras se narran los hechos,
o son dominicanas.
MI COMENTARIO:
Ahora,
impaciente, se burla de la propuesta
escénica, y dispara su molestia con un delatador “¡por Dios!”. Aquí se evidencia no el crítico profundo y que
escudriña, ni el que desea acercar a sus lectores a las ofertas dramáticas que
hay en la ciudad y a sus valores estéticos o a su ausencia de méritos, y
edificarlos; ni se manifiesta el crítico que orienta al espectador, con su
parecer experto, para que descubra las claves de un montaje. No, nada de eso, es
el crítico que exhibe su inconformidad, su malestar, y lanza huevos podridos (las
cuartillas que redacta), para que la sala se quede vacía en las próximas
funciones (gracias a los dioses no fue así), y no vuelva a llenarse como él la
vio. ¡Porque, por Dios, él no merece el castigo de escribir sobre campesinas
rumanas y travestis! Así, desatará su furia, usará la influencia que tiene
sobre los lectores de Diario Libre y vengará la injusta incomodidad que le
hemos propinado. Miles de lectores serán engatusados, observarán sólo el show
del criticón, y temerán asistir a “tal desastre”, falazmente advertidos.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de
Teatro de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera.
Yorlla Lina Castillo (La Rubia). Foto: Mariano Hernández. |
NOVENO Y DÉCIMO PÁRRAFOS
DE QUIÑONES:
La escenografía tiene
elementos positivos y eficientes, como las cajas con ruedas, lo cual aporta
rapidez en los cambios de escenas y las tarimas alegóricas. Pero el telón de
fondo, pobremente concebido, no acompaña con igual altura estética los
elementos que maneja en primeros planos.
El diseño de vestuario
me parece (no obstante el de las campesinas), de lo más interesante de la obra,
por una riqueza de textura caribeña que no abandona.
MI COMENTARIO:
A
una crónica apresurada deben indultársele las contradicciones. Deficiente
desentrañando, pero tan ofuscada que ve “cajas con ruedas”, donde había una
sola plataforma rodante. Vuelve a acariciar, y luego suelta una sonora bofetada.
Es el clásico crítico torturador, feroz pero magnánimo, que dado su arraigo y
prestigio tiene licencia para acuchillar, aun a víctimas que merecen reconocimiento,
respeto y estímulo de una noble, y analítica, pluma; como parece darse cuenta
después que ha clavado el cuchillo.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro
de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera.
Cistela Gómez (La Sombra) y Johnnié Mercedes (Bolo).
Foto: Mariano Hernández. |
UNDÉCIMO PÁRRAFO DE
QUIÑONES:
El problema mayor está
quizás en la descontextualización. En qué pretende decirse con esta versión de
Bolo Francisco, ya que la original hablaba de un momento histórico muy definido
que se pierde. ¿Para quién son una amenaza estos músicos? ¿Ayer? ¿Hoy?
MI COMENTARIO:
Por
desgracia, el contexto social apenas se ha modificado en el tiempo. Abundan los
militares que creen que el civil existe para respetarlos, y no que ellos, la
milicia, están para servirle a la ciudadanía. ¿Para quién son una amenaza estos
músicos ayer y hoy? Efectivamente, Bolo
no era una amenaza ni un peligro para nadie: gritó su protesta, borracho,
contra un allanamiento; fue insultado y respondió con un muletazo del cual se
vengó un teniente. Así tampoco era una amenaza, en estos días, el violista
Abraham Israel Reyes Díaz en la calle El Conde, le arrebataron su violín y le
ultrajaron; ni era amenaza el asesinado pintor Ney Henríquez. En ambos casos están implicados oficiales
uniformados. Ayer y hoy: «Lo último que
puede desear un individuo “de clase civil” es alguna dificultad aunque sea
mínima con un militar o un agente policial en la calle y menos en el cuartel.
El pleonástico “cállese la boca” será la única posibilidad de interlocución y
el monólogo de la contraparte no hará sino confirmarle al ciudadano su
situación de inferioridad». (Juan
José Ayuso. “Todo por Trujillo —Fuerzas Armadas y militares: un proceso político
desde 1930—“. Pág. 155. Colección Rumbo 1, 1999). Quiñones establece
un contexto histórico errado, así su juicio sobre la “descontextualización” de
la puesta gana su propia invalidez, y cae, suicidándose, por el formidable despeñadero
de lo improcedente.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera.
Miguel Bucarelly (Chero), Johnnié Mercedes (Bolo),
Wilson Ureña (Chino). |
DUODÉCIMO (Y ÚLTIMO) PÁRRAFO
DE QUIÑONES:
No creo, y es mi
humilde opinión, que mi admirado Claudio Rivera -con suficientes lauros como
para no dudar de su talento-, haya logrado una propuesta coherente, en esta
puesta donde faltan rumbo claro y horizonte, mas allá de los chistes que tienen
que ver con el alza del dólar o de la gasolina.
MI COMENTARIO:
¿Humilde
opinión un escrito pletórico de autosuficiencia?, que emana el poderío de quien
se sabe el actual supremo juez de las artes dominicanas… “Un gran poder conlleva una gran
responsabilidad”, aconsejaba Tío Ben a Peter Parker. Quiñones ha ganado credibilidad y la confianza
de sus lectores. Es un crítico por quien nos motivamos a asistir o desistir de
ser espectadores de las propuestas culturales en la ciudad. Uno de los escasísimos periodistas capacitados
del área cultural y en diversas disciplinas artísticas. Si menospreciáramos su
grande influencia, o nos calláramos por temor a que nos ignore o nos noqueé su
teclado peso wélter, el silencio sería licencia de corso para que asaltara
otras apetecibles naves teatrales, desorientando a los potenciales espectadores
con afirmaciones apresuradas, como la del título de su crónica: “Bolo Francisco, una vocación modernizadora en
una obra histórica”. Yo digo: Bolo Francisco no es una obra de género
histórico, aunque acontezca en un período auténtico y determinado, en
veinticuatro horas de una noche y un día de 1980 en campos dominicanos durante
el gobierno “del cambio” de Antonio Guzmán Fernández. Lo repito, Bolo Francisco
no es una obra de carácter histórico, es ficción cimentada en la realidad
dominicana, ¡por Dios!
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro de
República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera. La Tropa comandada por el Teniente Them (Ernesto Báez). |
Por
lo expuesto aquí, amigos y amigas, es evidente que la interpretación y análisis
de la puesta de Bolo Francisco,
emborronada por Quiñones, fracasó en cada párrafo y en el encabezado. En mi opinión, es un fallo en la percepción
artística o en la comunicación concerniente al concepto de modelización: los códigos ideológicos de Quiñones no conectaron con
el espectáculo. Alfonso, espectador martirizado, aguardó la reproducción
mimética de una realidad “histórica”; al producirse otra visión, carnavalesca, guloya
y lúdica, tuvo alucinaciones: captó caracteres buenos y malos, vio rumanas
donde había dilatación del cuerpo del actor y vestuario como escenografía en
movimiento, oteó cajas rodantes inexistentes, confundió la síntesis con la
pobreza, y una caracterización relevante con un camuflaje más, entre otros
curiosos espejismos. Así no posibilitó
el intercambio, ni podía comprender (y menos desentrañar) lo que percibía; lo
que sí lograron fácilmente cientos de espectadores jóvenes, adultos y niños.
Reynaldo
Disla
Santo Domingo, 22 de marzo de 2015.
NOTA.
(*)
ALFONSO QUIÑONES. “BOLO FRANCISCO, UNA VOCACIÓN MODERNIZADORA EN UNA OBRA
HISTÓRICA”. Diario Libre, lunes 16
de marzo de 2015. Revista / Criticarte / Pág. 42. Santo Domingo, República
Dominicana.
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Escena de BOLO FRANCISCO. Compañía Nacional de Teatro
de República Dominicana, dirigida por Claudio Rivera.
Ernesto Báez (Mazámbula) y Amauris Pérez (Núñez).
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